Todas las criptomonedas, pero en especial el Bitcoin, están apareciendo continuamente en los medios de comunicación y todos los inversores y mercados hablan de ellas. De igual forma, continuamente estamos siendo bombardeados con ofertas de mercadeo de las mismas, intentando convencernos de lo maravillosas que son y las rentabilidades tan grandes que tienen (aunque obviando su volatibilidad). Pero lo que no se publicita tan ampliamente son las implicaciones ambientales que conlleva la existencia de las mismas y de todo lo necesario para que se pueda comerciar con ellas.
¿Qué son? Vamos a ponernos en antecedentes: Bitcoin es un ejemplo de criptomoneda. Las criptomonedas son un tema bastante complejo de explicar, así que vamos a dar una explicación tan simple como podamos. Una criptomoneda es una moneda digital descentralizada que se autentica y asegura mediante la decodificación y codificación de mensajes y datos. A diferencia de la moneda normal, no se mantiene en un lugar centralizado (por ejemplo, un banco) y está autenticada por una cadena de bloques, un registro transaccional compartido. Por lo tanto, en principio, es muy difícil duplicar y / o robar. Para verificar las transacciones realizadas por las personas durante el envío y la recepción de un Bitcoin o cualquier otra criptomoneda, se lleva a cabo la minería. La minería es donde se resuelven acertijos complejos utilizando altos niveles de potencia de procesamiento computacional. Los mineros reciben una pequeña cantidad de dinero como tarifa de transacción, lo que incentiva este trabajo, que a menudo se lleva a cabo en grandes complejos e instalaciones de todo el mundo.
¿Qué tiene esto que ver con el medio ambiente? La minería, por diseño, consume mucha energía y el proceso requiere mucha potencia de procesamiento computacional. Un estudio reciente de la Universidad de Cambridge estimó que el consumo de energía de Bitcoin (aproximadamente 110,26 teravatios-hora (TWh) al año) es prácticamente igual que el de Argentina y más alto que el de Pakistan, por ejemplo, o podría calentar todas las teteras que se utilizan para hervir agua en el Reino Unido durante
25 años.
Por lo tanto, es normal que a muchos expertos y a ambientalistas les preocupe que las criptomonedas, por su propia naturaleza, sean incompatibles con los intentos de reducir la energía y utilizar la energía disponible de manera más eficiente. Y ese no es el único problema con el que lidiar, si no que también hay un problema más apremiante: ¿de dónde proviene toda esta energía actualmente?
Ubicaciones de la energía Como la minería de las criptomonedas consume mucha energía, tiende a establecerse en lugares donde la esta es más barata y más abundante. De este modo, la gran mayoría de la minería se lleva a cabo actualmente en China, donde la energía es barata y abundante. La mala noticia es que casi 2/3 de toda la producción de energía en China se deriva actualmente del carbón y esto hará que este país no alcance sus objetivos de cero neto.
No todo está perdido A pesar de todo esto, se están tomando medidas y dando algunos pasos que podrían ayudar a que estas monedas sigan siendo deseables y viables en un futuro, siendo al mismo tiempo respetuosas con el medio ambiente:
- La minería también está comenzando a tener lugar en países donde la producción de energía proviene de fuentes de energía renovables. Islandia y Noruega, donde casi el 100% de la energía se deriva de la energía geotérmica e hidroeléctrica, también se están involucrando en la moda de la criptominería. Las temperaturas más frías en los dos países también ayudan a enfriar naturalmente los servidores de las computadoras. Sin embargo, hay que tener en cuenta que esta es solo una solución real cuando la energía renovable está en exceso y, a menudo, no lo es. Incluso la generación de energía renovable tiene impactos ambientales cuando se construyen paneles / turbinas, etc., por lo que esta no es una solución en la que todos salgan ganando.
- Bitcoin no es la única moneda criptográfica en el mercado, y los nuevos participantes están utilizando tecnología avanzada para reducir significativamente el consumo de energía. Cardano afirma ser 4 millones de veces más eficiente que Bitcoin, ya que no requiere que sus procesos sea validados por la cantidad de potencia de procesamiento de computadora que requiere Bitcoin.
- También hay una serie de eco-criptomonedas específicamente, que no solo son más eficientes energéticamente, sino que también incentivan comportamientos ambientales positivos. Las monedas como ECOcoin y Solarcoin se pueden utilizar para comprar árboles, energía solar y fomentar el crecimiento de mercados sostenibles.
Resumiendo, aunque es un tema complejo y que cambia rápidamente: Bitcoin puede hacer que los ambientalistas comiencen a temblar, teniendo en cuenta su forma actual, pero eso no significa necesariamente que las criptomonedas en general sean una mala idea. Reducir su enorme consumo de energía y la identificación de mecanismos para producir esta energía a partir de más fuentes renovables debe ser una prioridad para que sea realmente viable en un futuro sostenible. También es importante tener en cuenta que, a pesar del gran consumo de energía asociado con la criptominería, un sistema financiero descentralizado aún puede ser más eficiente energéticamente que el status quo actual. Algunos expertos argumentan profusamente que cuando se tiene en cuenta la energía necesaria para procesar los pagos y en la protección de nuestros sistemas financieros actuales, ¡Bitcoin es en realidad más eficiente! Algunas investigaciones indican que el gasto de energía de la minería de Bitcoin es 40 veces más eficiente que el de la banca tradicional y 10 veces más eficiente que el de la minería de oro.
En última instancia, para que Bitcoin y otras criptomonedas tengan éxito en un futuro respetuoso con el clima, estos problemas deben sacarse a la luz y abordarse utilizando tecnología, innovación y personas.